El Puerto del Calatraveño, insignia y emblema de la zona, marca la entrada natural al sur de Los Pedroches. Singulares paisajes ofrecen los ríos Cuzna y Guadalbarbo, en cuyas riberas anida una interesante flora y fauna. Vigilado por la Chimorra, inquebrantable testigo de un esplendoroso pasado minero, Alcaracejos aparece crucificado al paso del visitante por importantes vías de comunicación que contrastan con el granito y cal de sus calles. El día de la Romería de la Virgen de Guía, fiesta mayor de este pueblo, la hermandad hace alarde del antiguo rito militar que aún conserva y se saborea repostería tan exquisita como los borrachuelos y obispos.
Alcaracejos es el único municipio de la comarca en el que tienen cabida los cuatro paisajes fundamentales de Los Pedroches. En su término municipal se alternan áreas dedicadas al cultivo de cereal, zonas de olivar, dehesas ganaderas y amplios espacios donde el monte mediterráneo primigenio se mantiene en óptimo estado de conservación, como en las elevaciones de la Chimorra (950 m.) o el Calatraveño (750 m.), lo que otorga una gran importancia a sus recursos naturales y cinegéticos.
La dominación árabe ha dejado como huella un importante conjunto de molinos árabes en los cursos fluviales que descienden de las estribaciones de Sierra Morena, como el río Cuzna o el arroyo de la Gargantilla. De este conjunto de edificaciones, que se han mantenido en uso hasta hace unas décadas, destacan los llamados de Juan José y de Caballero, o el célebre molino Horadado. Los dinteles graníticos de las fachadas de las viviendas tradiciones de Alcaracejos son el rasgo más característico de unas casas que en su interior se distribuyen en torno a espacios abovedados. Sus fachadas son utilizadas como decorados para la representación del Auto Sacramental de los Coloquios de la Infancia de Jesús. Junto a estas, se encuentran ermitas como la de Magdalena o San Sebastián, que guardan los esquemas tradicionales de estas edificaciones.