Pasear por Dos Torres es descubrirlo, conocer sus intimidades, bascular del pasado al presente. Deambular por sus calles, asombrarse ante una arquitectura que no tiene igual, visitar sus ermitas y llevarse como recuerdo el granito, símbolo de un pueblo que lo eligió para resaltar su hidalguía, supone un deleite para los sentidos.

Fue el 11 de Diciembre (sic) de 1839 cuando el General Espartero decretó la fusión en un solo municipio de las dos Villa: Torremilano y Torrefranca, con el nombre de Dos Torres.

Torrefranca y Torremilano fueron cuna de nobles e hidalgos. Este rango social ha quedado patente, a través de los siglos, en sus monumentos y casas señoriales de portadas y escudos blasonados, conservando uno de los más importantes legados arquitectónicos de los existentes en el norte de Córdoba.

La antigüedad de la presencia del hombre en el termino de Torremilano se comprueba desde tiempos paleolítico. Su nombre proviene de una antigua fortaleza en la que anidaban los milanos. Los Reyes Católicos la nombran parte de las Siete Villas de Los Pedroches, siendo muchos años el lugar de residencia del Corregidor Regio.

A. D. Gonzalo Messía Carrillo II le había sido dado un enclave –parte de Torremilano- perteneciente a Córdoba, en agradecimiento al apoyo prestado al Rey Enrique IV. D. Gonzalo impuso al lugar el nombre de Torrefranca, haciendo referencia a los recursos empleados (mercados francos, mejores condiciones tributarias, etc..) para atraerse a los vecinos de Torremilano.

Los conflictos provocados por D. Gonzalo, queriendo apoderarse de Torremilano, ocasionarían que se levantara una muralla de separación entre ambas villas.